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Al nacer un hijo, te miran sus ojos,
son dos estrellas que  deslumbran tu existencia,
te colman de amor y dulzura,
por veredas de ternura,
de la mano, nueva vida, te muestran,

Al crecer, sus ojos siguen vigilantes,
aunque se alejan, vuelven con la misma luz,
que penetra en tu alma, rutilante.
Estelas te arropan en azul
y te cubren de amor fascinante,

Si por mandato de Dios adelanta su partida,
no olvidemos que sus ojos serán tu guía.
Su luz permanece encendida
para alumbrar tu camino en los cielos.


Ellos por ti esperan y ansían volver a mirarte
 y ser los luceros, que desde tu vientre aprendieron
a encender la antorcha que no se apagaría
hasta que los tuyos con ellos,
levanten vuelo, hacia la otra vida.


 

 

 

 

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