Imagíname,
sentada
sobre
una
piedra,
sonriendo
a la
cristalina
corriente,
con una
flor
silvestre
colgada
de mi
negra
cabellera.
Yo te
imagino,
esbelto,
avanzando
a
encontrarte
cerca de
mi
aliento,
te
arrodillas
y entre
tus
manos
tomas
las mías
y le das
un beso.
El río
de
testigo
y las
ramas
jugueteando
como si
festejaran
el
encuentro,
rayitos
de sol
matizando
aquellas
aguas,
que
sobre
mis pies
descalzos
relucen
con el
ir y
venir
del
viento.
Imagínate,
sintiendo
palpitar
mi
corazón
acelerado,
y yo
sintiendo
el
temblor
de tu
ansiedad,
por cada
vez
tener mi
cuerpo
más
apretado.
Fuimos
dos
enamorados
de
lejanas
eras,
fuimos
dos
apasionados
que aún
pueden
imaginarse
vivos,
que
suspiran
y llevan
en la
sangre
que
revuelve
sus
venas
ese
bello
recuerdo
que los
enternece.
© Carmen
Flores
Cabo
Rojo,
Puerto
Rico
abril/08
He
mirado
tus ojos
largamente,
como
quien
mira un
horizonte
desandado
de
nubes,
y he
visto en
sus
reflejos
las olas
del mar
verde
cuando
arremete
inquieto
con su
misterio
y su
aliento,
incansable,
enorme,
con
profundos
matices
que sólo
el que
los
capta
puede
vivir
hechizos.
En tus
ojos
estaba
la
promesa
silente
de la
complicidad
en el
tiempo,
de
compartir
nuestra
mesa
con la
copa de
vino
que mata
la
rutina.
Y ese
destello
verde
de
esperanza
salvaje,
parecido
a la
verde
alianza
del
paisaje
que nos
invita a
entrarnos
en sus
sordas
entrañas
pobladas
de
criaturas
y de
cantos
extraños,
me dijo
que hoy
esperas
del
mañana,
el
presente
que nos
haga
partícipes
de un
mutuo
compromiso:
el ser
los dos
un solo
corazón
al
unísono.
©
Alberto
Peyrano
Buenos
Aires,
Argentina
©2006 /
2008 ®MaPay.
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